domingo, 7 de julio de 2013

En verano





Aquella  noche  de julio, en el verano de 1962, fue una de las más calurosas del año.

La madrugada se hacía eterna por la imposibilidad de  conciliar el sueño. Algunos transeúntes de regreso a  sus viviendas,  caminaban lentamente, como sin ganas.

En la estrecha calle del pueblo, sus vecinos buscaban inútilmente un poco de aire fresco, sentados en los balcones con las persianas levantadas hasta lo más alto. Se oían murmullos de conversaciones. El llanto del niño chico de Antoñita se hacía notar en el activo silencio de la noche, entre los bostezos de los adultos y el canto de los grillos.

Poco a poco las luces de las habitaciones se fueron apagando dejando la calle en una semi penumbra, con el alumbrado escaso de las bombillas callejeras situadas sólo en las esquinas.

Manuel se levantó de la silla del balcón para dirigirse a la alcoba, al día siguiente tendría que madrugar para ver como maduraban las uvas y quería hacerlo temprano.  Aunque el calor no lo dejase dormir, al menos podría estirar las piernas –pensó.

Pura se quedó un rato más, lo mismo le daba abanicarse allí que en el lecho y estaba segura de que aquella noche partiría el abanico con tanto movimiento.

A los pocos minutos empezó  a sentirse la fuerte respiración  de Manuel, primero suavemente y luego con toda la potencia de que eran capaces sus pulmones. En las casas contiguas, los vecinos se removían  en sus camas; al sudor pegajoso de los cuerpos se unía ahora el penetrante y escandaloso  sonido de cada noche: los ronquidos de Manuel.

Desde los otros balcones comenzaron los intentos para callarlo, espoleándolo  con sonidos bucales, muy efectivos en algunas personas pero inútiles si se trataba de él..

Un grito estentóreo sonó en el silencio nocturno: 
“¡Manueeé, coño, despiértate un ratito a ver si podemos dormir los demás!.


La que se oyó, hasta en la plaza, fue la fuerte carcajada de Pura.

8 comentarios:

  1. Muy bueno Isabel, veo que tu inspiración no tiene límites como la mía, enhorabuena

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  2. es lo que tiene el verano, abrir puertas y ventanas y escuchamos hasta los pedos del vecino, jajaja..

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  3. Isabel Mena. Una historia cotidiana, descrita en cuatro palabras. Los ronquidos de Manuel se oyen hasta en la plaza de mi pueblo.

    Enhorabuena

    Marian

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    3. Muchas gracias Marian. Me alegra que te haya gustado.

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  4. ¡Manueeeeé!... El bochorno, la callejuela, seguramente algún tendedero de ropa y ...¡Los ronquidos! Te salió de lo más costumbrista. Me encantó

    Besito volado.

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    1. Oír los ronquidos de los vecinos era muy habitual en las noches de verano de mi niñez. Hoy, los aires acondicionados han hecho perder ese "encanto" que producía el calor (por aquí se dice "la caló" cuando ésta es muy agobiante).
      Muchas gracias por tu comentario.

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