El día que
mi madre dijo que me había traído la
tela para un vestido se mascó la tragedia en mi casa.
Con doce
años a cualquier niña le hace ilusión estrenar ropa y sobre todo, cuando ésta
era escasa, como pasaba en mi infancia.
Al volver
del colegio vi un enorme paquete sobre la mesa del comedor y mi madre dijo que
me había comprado un vestido. Mi alegría fue enorme. Entre las telas para
sábanas y delantales había una roja, de un rojo brillante.
-Mamá, ¿cuál es para mí? -pregunté
ilusionada.
-El rojo, dijo mi madre.
¡Rojo!. ¡Dios mío, rojo!.
-Mamá, ¿cómo me lo has traído rojo?
¡yo no puedo vestirme de rojo!.
-Esta niña siempre igual, no
agradece nunca lo que se le trae, no se da cuenta de los sacrificios que
hacemos por ella.
No contesté.
¡Rojo!. Mi
madre no se entera ni quiere enterarse, de lo que se van a reír mis amigas al verme
vestida de rojo. La ropa nueva siempre es para los domingos y tendré que pasar el
invierno disfrazada de rojo. No podré
salir a la calle, ¡imposible! ¡Por Dios, si es rojo!.
Loles es
una niña tímida, con muchos complejos porque está rellenita, las amigas la
soportan pero no tiene ninguna especial, más íntima, como lo son Luisita y Rosa.
Siempre busca agradarlas para ser aceptada y pertenecer al grupo. Rosa, la
desprecia, se burla de ella, y las demás se ríen con las puyas que Rosa le
lanza. A veces la dejan sola o no
aparecen cuando han quedado para ir a la Alameda. Loles se enfada pero no lo demuestra, ¿para qué?, si
lo hace les dará un motivo para no venir a buscarla nunca más; entonces se
quedaría sin amigas y su madre le echaría la culpa: “es que eres muy rara y
todas las niñas se van de tu lado”.
A Loles no
le gusta llamar la atención, prefiere esconderse y pasar desapercibida. Se
siente a gusto sola, leyendo los tebeos y cuentos que su padre le trae. En casa
la animan a salir con las amigas del colegio, con las niñas vecinas de la calle
y con las hijas de las familias conocidas, pero Loles no sabe tratar con ellas.
Es callada y torpe. Tampoco le gusta a las maestras de la escuela que
aprovechan cualquier ocasión para sacarle los colores.
Donde Loles
se siente realmente a gusto es en casa de la tía Rita. El patio trasero de la
casa es el escenario donde la niña se desinhibe cantando y jugando a ser
actriz.
-“Mañana le
llevaremos la tela a Paquita para que puedas estrenarlo el día de los Santos,
con la chaquetita azul del uniforme”.
Creí que me
moría, esto va en serio, no han servido de nada mis llantos por todos los
rincones de la casa, ni mis silencios, ni mi cara larga y enfurruñada. Mañana
es el día.
Un fuerte
olor a quemado despertó a mis padres aquella noche y el alboroto que armaron
nos levantó de la cama a todos los niños. Del saloncito salía un humo negro y denso que hacía toser a los
pequeños. Mi padre cogió el jarro del agua y la echó sobre lo que producía el
humo y rápidamente lo arrojó al patio.
Mi padre
gritó furioso: ¿Quién ha dejado la vela encendida sobre esta tela roja?.
quién dejó la vela encendida? algún duedecillo....que lástima de Loles. Muy bien Isabelita.
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EliminarGracias por tus ánimos Juana.
ResponderEliminarMuy bien Isabel, me he sentido muy identificada con Loles, lo crueles que eran las que se llamaban amigas tuyas, menos mal que ahora no nos pasa y ya no somos invisibles.
ResponderEliminarMe imagino la carita de la pequeña Loles, llorando por los rincones de la casa, y su madre a lo suyo… Aunque estoy más segura, que hubiera estado preciosa con el vestido rojo, pero…, ella no lo sabía.
ResponderEliminarLas lágrimas de loles, me han recordado a una anécdota que me contó una tía mía. Ella tendría, la misma edad que Loles, doce, trece años, en los que las niñas comienza a presumir y asentirse mayores, su madrina le regaló un vestido rojo!, ella, loca de contenta, feliz, no veía el momento de estrenarlo, esperaba el Domingo, día de estreno, con la mayor de las ilusiones. En eso días, con tan mala suerte, fallece el marido de una tía suya... Y a mi abuela, su madre, no se le ocurre más que, teñirle el vestido de negro!!!, (la cultura del luto), “no, por dios, mi vestido rojo, ahora es de un color negro verdoso, nooo, qué horrible”, pobrecilla, nos contaba, cuántas lágrimas derramó sobre ese vestido “negro”.
No sé cuál de las dos tragedias fue peor.
EliminarBonita historia Isabel. Yo nunca me pude sublevar. Tenía asignado el color rojo desde siempre. Tres hermanas cada una un color, según mi madre era el que favorecía a cada una. Yo el rojo, la otra rosa y la otra azul
ResponderEliminarY así eran siempre nuestros colores. Si nos vestía de blanco los lazos tenían que ser de los colores asignados, jajaja. De mayor hubo una época que odié lo rojo y eso que siempre he sido roja, jajaja
Bonita historia Isabel. Yo nunca me pude sublevar. Tenía asignado el color rojo desde siempre. Tres hermanas cada una un color, según mi madre era el que favorecía a cada una. Yo el rojo, la otra rosa y la otra azul
ResponderEliminarY así eran siempre nuestros colores. Si nos vestía de blanco los lazos tenían que ser de los colores asignados, jajaja. De mayor hubo una época que odié lo rojo y eso que siempre he sido roja, jajaja